Una sociedad que hace buen uso de sus recursos económicos es un motivador para el desarrollo de productos y servicios por parte de los intermediarios. Un manejo sano de nuestras finanzas significa un menor desperdicio de recursos, una optimización que contribuye a que el sistema sea sostenible, gracias a una participación responsable de sus clientes, lo que da la posibilidad de generar un círculo virtuoso en el que ganen tanto las personas como las instituciones.
Por otro lado, el uso adecuado de los instrumentos ofrecidos por el sistema financiero le da a éste la oportunidad de acumular información que le permita diseñar productos dirigidos a un sector en particular. Contar con esta retroalimentación impulsaría el desarrollo de servicios que cubran las necesidades de los clientes. Dentro de éstas, por su impacto al desarrollo cabe destacar las específicas de las mujeres y las microempresas. Por dar un ejemplo; la brecha de género no solo está en el uso y el acceso al sistema, sino también en el conocimiento de las ventajas—o desventajas—de las herramientas y los productos disponibles.
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